Bar Liberty



Me bajé del auto, el día estaba nublado y aún así hacía calor, me aseguré de dejarlo bien cerrado y crucé la calle de adoquines desordenados por el tiempo y el mal tiempo y me paré frente a la puerta del Bar Liberty.  
La Plaza Etchaurren a ésa hora estaba casi vacía y solo deambulaban una media docena de personas que más que caminar, estaban sentados casi dormidos, unos ya ebrios y otros en busca de quien sabe qué y que usualmente paraban a tomar el Sol al lado del monumento a Jorge Farías. Era como su Santo aquella estatua del bohemio cantante que inmortalizó la canción de Lucho Barrios... La Joya del Pacífico.

 Y fue abrir la puerta del afamado bar, y la voz llena de falsetes del ''Margarito'' me azotó en la cara, ....''.Afuiira es nochi y lluevi taaaaaantuu...ven a mi lado me dijiiiiste''.....

 Entré y me senté. Pedí una cerveza intratable de helada (tal cual), y un viejo cantinero con aspecto a viejo-viejo lobo de mar, me la dejó junto a un vaso que no me tincó usar. Los parroquianos todos sonreían al Margarito, quien junto a su guitarrista, se paseaban entre las mesas y alegraban con su Show el lugar, algunos cantaban, otros sonrientes le seguían con la típica mirada sonriente-brillosa que ocasionan las copas de más y otros ni lo pescaban.
Comencé a observar las paredes del Liberty, todas llenas de fotos, gorros, cascos, banderas, peluches polvorientos, más gorras, más y más fotos, pero la mayoría de esas reliquias referían
al Wanderers...-el Liberty entero es caturro -me dije-

El piso era de una madera que se veía antigua, firme, gruesa y mostraba una ausencia total de cera, pero se notaba que la escoba desfilaba constantemente entre sus tablas.

La estantería estaba atiborrada de botellas que por el polvo acumulado ni las etiquetas se podían leer, botellas negras, alargadas, chicas, unas de vino, otras de licores y otras que nunca había visto.  Vasos que no se usaron nunca o hacía tiempo que no se usaban, vasos colgando, vasos amontonados, vasos en todas sus formas.

El lugar tendría sus 14 mesas, de las cuales 8 estaban ocupadas, y en cada mesa sendas cañas de vino era la bebida de moda, todo el mundo era vinero a esa hora, incluso en la barra pude ver a un par de hombres bien entrados en edad, que llegaron juntos y sin mediar palabras, el cantinero con aspecto de viejo-viejo lobo de mar, les llenó sendos vasos con vino blanco, se lo tomaron en dos tiempos y se los volvió a llenar, ésta vez demoraron más para brindar. Esta pareja de amigos se habrá quedado en el recinto sus 10 minutos, sin hablar, ni siquiera mirarse, y sólo cruzaban la mirada cuando había que tomar.

Seguí bebiendo mi cerveza que iba dejando una estela fresca y reconfortante por mi garganta de lo helada que estaba.

En otra mesa una mujer le hablaba y le hablaba a un hombre que supuse era su marido, él no la miraba pero la escuchaba atentamente agachando y subiendo la cabeza mientras ella gesticulaba con sus regordetas manos. Ambos bebían su respectiva caña de vino blanco y en sus rostros se dibujaba la huella del vino cuando es el pan nuestro de cada día y de cara rato.

El Margarito terminó su canción y comenzó a pasar un gorro mesa por mesa y todos le daban ''su gambita'', pasó por mi lado y también le di un par de gambas.
Los dos parroquianos del bar se marcharon y llegó otro al que no atendieron porque venía prácticamente cayéndose, pero se notó que lo conocían porque el viejo-viejo lobo de mar le dijo en tono más cariñoso que enojado '' ya está bueno Caleuche, ándate pa' la casa, ándate a descansar''. El Caleuche sin oponer resistencia salió del lugar ayudado por otro que se paró a dejarlo en las afueras del recinto, sin discutir, sin pelear, sin oponer la más mínima resistencia. En ese momento pagué, dejé unas monedas en la mesa y me fui.
Y mientras cerraba la puerta a mi espalda, oí al Margarito comenzar otra de sus canciones...'' Mi engañas mujeeeer.....con il mijor de los amiiiigos qui fue.....''


                          F I N




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